El ejemplo del agua es evidente, el 70% del agua en el mundo se utiliza en la agricultura, donde constituye un elemento básico para la producción de alimentos. Cuando tomamos una taza de café estamos bebiendo 140 litros de agua. Aunque no todas las formas de producir, transformar, envasar y comercializar alimentos tienen el mismo efecto sobre el agua. Uno de los sectores que más la contamina es, precisamente, la alimentación industrial: los plaguicidas y fertilizantes sintéticos se filtran a las masas acuáticas y provocan eutrofización, salinización y contaminación; o las deyecciones de una ganadería intensiva sobredimensionada, que fluyen y contaminan también grandes cantidades de agua. En términos de sostenibilidad y consumo de agua ya sabemos que el actual sistema de producción y distribución es inviable.
Frente a este modelo se está desarrollando una alternativa basada en la evidencia de que a lo largo del tiempo las agriculturas campesinas de pequeña escala han gestionado el agua integrándola en su modo de producción, en su cultura, con adecuación de cultivos respecto de las posibilidades hídricas de los territorios, con prácticas agrarias que respetaban su salubridad y uso, produciendo alimentos y conservando el preciado recurso acorde a su ciclo intrínseco de renovación para las generaciones futuras.
Nuestro país, por su escasez de agua, es uno de los principales candidatos a afrontar este cambio. ¿Estará en la agenda del Gobierno?
JAVIER GUZMÁN (Director de Veterinarios Sin Fronteras.)(Fuente: EL PAIS- 21/07/2010)
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